La superación de los exámenes de una oposición requiere un trabajo de preparación continuado durante cierto tiempo, que varia en función del cuerpo en el que se pretende ingresar, de la calidad de los materiales de que se disponga para el estudio y como no, de la capacidad del propio opositor.
Los “métodos” clásicos son tres:
- Preparación personal. El opositor por su cuenta dedica un tiempo a recopilar legislación, manuales de diversas materias, etc., a elaborar sus propios temas y por supuesto a estudiar. Este sistema tiene la ventaja indiscutible de que es con el que se profundiza más en los conocimientos requeridos, siempre y cuando se acierte en la dirección adecuada y tiene el inconveniente de que la preparación suele hacerse muy larga, y por el hecho de que se haga en solitario, a veces lleva al desánimo.
- Preparación con un preparador personal. El opositor estudia bajo la dirección de un preparador y acude a él periódicamente para que éste evalué la marcha de la preparación. A veces el preparador facilita el material básico para el estudio. Este sistema tiene la ventaja de un trato muy personal entre el opositor y el preparador y que éste orientará la preparación. Los inconvenientes son que no se evita el sentimiento de soledad que antes o después acaba llegando y el precio, ya que el preparador puede atender a un número muy limitado de opositores.
- Preparación en centros especializados. En estos centros se forman grupos de opositores que se reúnen con un preparador común, normalmente un día a la semana, para resolver dudas, recoger material y evaluar la correcta evolución de la preparación. Este sistema tiene todas las ventajas del anterior ya que, a condición de que el grupo no sea muy numeroso el preparador sigue manteniendo un contacto y un conocimiento personal de cada opositor. Como ventaja adicional la existencia de los grupos, lejos de ser un inconveniente, refuerza y dinamiza la preparación, ya que marca un ritmo común de todos los integrantes del grupo, las dudas y problemas de unos suelen despejar las de otros o, por el contrario, hacer recapacitar sobre las que en principio no se tenían y sobre todo se evita el sentimiento de soledad y desánimo al relacionarse con compañeros con similares problemas.